jueves, 6 de abril de 2017

La hora (adulta) del cuento


Después del taller de cuentos que realizamos en la última sesión presencial, me fui con una sensación de comparación: ¡qué difícil es contar un cuento a un adulto y qué fácil contárselo a un niño! El mismo cuento. El mismo cuento que has contado mil veces a los niños no sabemos contarlo igual cuando lo dirigimos a un adulto. ¡Qué mente tan cerrada tenemos y cómo encasillamos y etiquetamos acciones! ¡Al menos en mis aulas espero que no haya (muchos) adultos (todo el tiempo) para que me salgan muy bien los cuentos!





Después de este comentario en tono de broma aunque muy cierto, voy a contaros como me fue el taller y qué obtuve de él.

Al plantear la actividad, desde el primer momento pensé que me iba a sentir más cómoda leyendo un cuento mientras mostraba sus imágenes, ya que es la forma que más he utilizado hasta ahora para contar cuentos. Y la elección del cuento me resultó muy sencilla. En la actividad primera (cuentos de autor) me planteé coger este cuento, pero por desconocimiento todavía y miedo a equivocarme de edad, lo descarté. Se trata de Rosa Caramelo, de Adela Turin (texto) y Nella Bosnia (ilustraciones), editado por Kalandraka:





Este cuento estaba en la pequeña biblioteca de mi colegio y reencontrarme con él en la librería fue todo un viaje al pasado y a grandes recuerdos (la primera edición es de 1976). Margarita vive en una manada de elefantes un tanto peculiar: en ella, los elefantes son grises y las elefantas deben esforzarse desde que nacen para conseguir un color rosa caramelo y unos ojos brillantes. El precio que pagan para conseguirlo es vivir dentro de un vallado y alimentarse de ciertas flores (no muy apetecibles), ¡¡pero así deben hacerlo por ser elefantas y para conseguir un marido cuando sean mayores!! Mientras tanto sus hermanos, primos y amigos, disfrutan de los ríos, la hierba verde, las sombras de los árboles y todo tipo de juegos fuera del vallado. Margarita se armará de valor y romperá esta tradición en la manada, demostrando a sus compañeras que la igualdad no es una utopía.

Lo seleccioné para niños de cinco-seis años (último curso de Infantil) con la intención de que extraigan todo el jugo que puedan del cuento, aunque sé que también gusta a más pequeños.
He encontrado esta tabla que explica de manera bastante sencilla la etapa evolutiva del niño en la etapa de Infantil:


Por ello a los cinco o seis años, son perfectamente conscientes de la estabilidad del género y de la consistencia éste, independientemente de las conductas o de cómo nos vistamos.

Muchas conductas estereotipadas son producto de procesos como el refuerzo, el aprendizaje por observación y la autorregulación (Bandura, 1989, 1991; Bussey y Bandura, 1992). Puesto que estas conductas sexualmente tipificadas son aprendidas, también pueden desaprenderse o ser modificadas por otras experiencias o cambios en el entorno. Aunque el camino que hemos recorrido ya en este campo es largo y los cambios son realmente grandes, todavía, y probablemente siempre, debemos trabajar en la eliminación de estereotipos y este tipo de cuentos para educar en la igualdad nos ayudan a ello.

Comencé a leer el cuento mientras mostraba las imágenes. Tenía en mente que cuando leemos, es mejor no interrumpir la lectura y dejar las preguntas o comentarios para después (si se puede). Y lo que me pasó es que lo leí muy rápido. Además, como mis compañeras sabían leer, ellas leían primero el texto y después no tenían mucho más tiempo para mirar las ilustraciones, porque yo pasaba rápido de página. Cuando los niños todavía no saben leer, dedican el ratito que tu lees la página a mirar las ilustraciones. Esto fue lo único que me apuntaron mis compañeras para mejorarlo, que hubiese pasado más despacito las páginas. La edad les pareció correcta, aunque también comentaron que las imágenes son muy bonitas y llamativas y que el cuento podría, como ya he dicho antes, atraer a niños más pequeños de cinco-seis años.

Al principio de la lectura me sentí bastante rara por tener oyentes adultas, pero poco a poco me fui olvidando de eso y, aunque no llegué a estar relajada y metida en el papel como cuando lo cuento a niños, si que creo que conseguí trasmitirlo bien.

Para después de la lectura, propuse algunas preguntas que plantearía a los niños:

  • ¿Por qué solo las elefantas deben volverse de color rosa?
  • ¿Podría un elefante macho comer flores en el vallado para ser de color rosa?
  • ¿Por qué se enfadan los papás de Margarita si ella hace lo que le están pidiendo?
  • ¿Cómo se siente Margarita al no conseguir lo que le piden? ¿Y los papás? 
  • ¿Qué crees que dijeron los papás de Margarita cuando ella abandona el vallado?
  • ¿Qué hubierais hecho vosotros en el lugar de Margarita?
Pienso, y mis compañeras estuvieron de acuerdo, que con estas pocas preguntas podríamos llegar a un buen debate con los niños. Y además, de sus ideas en dicho debate tomaría nota para plantear preguntas a otros niños en el futuro.

De este taller, además de las estrategias que hemos podido aprender en la teoría, me quedo con el trabajo en grupo, las propuestas de mejora, el reconocimiento de los errores  y la intención de abrir la mente, normalizar el hecho de contar un cuento a un adulto, porque a mí personalmente me encantan los cuentos y porque en cada momento de nuestra vida extraemos algo diferente de los cuentos y creo que siempre valioso. ¡Y sobre todo, con la suerte que tenemos de poder trabajar con niños! ¡Ellos si que nos abren la mente!

¿Qué tal os fue a vosotr@s?


Referencias bibliográficas:


  • Información evolutiva obtenida de https://www.uam.es/personal_pdi/psicologia/santayana/temario_desa_social/tema4.pdf
  • Bloque III del Módulo Docente de Literatura Infantil
  • Turin, A. (2012). Rosa caramelo. Madrid: Editorial Kalandraka